MADRID, 04 (SERVIMEDIA)

El semanario británico ‘The Economist’ considera que la sociedad española está firmemente comprometida con la igualdad entre hombres y mujeres e indicó que el único reducto refractario a avanzar en esta materia es su élite, como a su juicio evidencia el beso no consentido que el presidente suspendido de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, propinó a Jennifer Hermoso y la pertinaz resistencia de él a dimitir por este hecho.

En un artículo recogido por Servimedia, ‘The Economist’ recuerda que el asesinato de Ana Orantes por su marido en 1997 después de que ella denunciara décadas de violencia por su parte representó un antes y un después para la sociedad española en materia de igualdad y de concienciación contra la violencia de género.

Partiendo de este hecho, el semanario británico aborda la respuesta que los españoles han dado ante la actitud de Rubiales tras la victoria de España en el Mundial de fútbol femenino. Lo hace rebatiendo el argumento de «muchas feministas españolas», para quien este suceso pone de manifiesto «cuan machista sigue siendo el país». A su juicio, la contestación social «puede tomarse como un ejemplo de cuán feminista se ha vuelto el país».

Tras evocar los avances legislativos en materia de igualdad impulsados por los gobiernos de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero, aseveró que bajo la égida del Ejecutivo liderado por Pedro Sánchez «a las mujeres españolas les va extraordinariamente bien» a nivel político, como lo atestigua que su gabinete «está dominado por ellas» en forma de tres vicepresidencias y los ministerios de Asuntos Económicos, Hacienda, Trabajo, Justicia, Defensa, Transición Ecológica, Educación, Derechos Sociales, Igualdad y Política Territorial.

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Ante la conducta de Rubiales, ‘The Economist’ arguyó que el Consejo de Ministros ha sido «unánime» a la hora de pedir la dimisión del presidente suspendido de la RFEF, una exigencia a la que se ha unido la presidenta de la Comunidad de Madrid, «conocida por su deleite en criticar» los postulados de izquierda.

El semanario británico tiene su reflejo, «aunque de manera desigualdad», en la sociedad; mientras que «la prensa informa extensamente sobre la violencia contra las mujeres y la radio frecuentemente recuerda a las mujeres la línea directa a la que pueden llamar para denunciarla».

Al mismo tiempo, «las calles se llenan de grandes manifestaciones el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer» y «la libertad sexual para mujeres y hombres se da por sentada». También rememora que en los últimos días en las redes sociales en España ha sido tendencia ‘#SeAcabó’, «el equivalente español de ‘#MeToo'».

«Aunque obviamente no ha terminado, la marea seguramente ha cambiado», señala el semanario británico, quien desliza que puede haber personas reacias a admitirlo, como la madre de Rubiales, que «se encerró en una iglesia y se declaró en huelga de hambre en apoyo de su hijo», una situación sobre la que ironiza afirmando que «atrincherarse en una iglesia es algo que se le ocurriría cada vez a menos españoles, entre quienes la práctica religiosa ha declinado tan rápidamente como ha crecido el feminismo».

BASTIÓN CONSERVADOR

‘The Economist’ define la reacción de la RFEF ante el escándalo de su presidente como la propia de quien están «encerrado en un bastión conservador». Sólo así se entiende que su discurso ante la Asamblea General Extraordinaria del 25 de agosto, en el que se negó a dimitir culpando de su situación a un «falso feminismo» fuera aplaudido «calurosamente» por el auditorio, incluyendo a los seleccionadores de fútbol masculino y femenino; una actitud que provocó que se exigiera su dimisión.

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El semanario británico aduce que «el deporte español no es inusualmente sexista» y destaca que «se sigue de cerca» el desempeño de las deportistas y se celebran sus victorias, lo que se contrapone con el hecho de que «la desigualdad salarial existe». «Pero este tipo de quejas también son comunes en otros países», reseña.

«ESTANCADO EN EL PASADO»

‘The Economist’ expone que el ámbito de la sociedad española es su élite empresarial. Para sostener su aserto se apoya en un estudio publicado en 2017, según el cual únicamente el 22% de los altos cargos ejecutivos estaban ocupados por mujeres, «un poco mejor que Gran Bretaña o EEUU, pero peor que el promedio del 35% en los países de la Eurozona».

A ello se añade que en la RFEF, «un organismo tanto empresarial como deportivo», sólo el 9% de los miembros de su junta directiva son mujeres. A su juicio, «semejante ‘clubbismo’ puede explicar más que nada la sala llena de hombres que aplauden el discurso de Rubiales contra el feminismo», a pesar de que posteriormente, y ante el revuelo causado, los dos seleccionadores y los presidentes de las federaciones territoriales pidieran su dimisión.

Por último, el semanario británico evoca que «hace 50 años las mujeres españolas eran ciudadanas de segunda»; «hace 25 años, el asesinato de Ana Orantes les impactó y exigieron un progreso social a la altura de su emancipación legal»; y «hoy en día, las actitudes a menudo parecen parecerse más a las de Escandinavia que a las de los vecinos, donde los vigorosos movimientos feministas todavía enfrentan fuerte vientos en contra».

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A pesar de los avances experimentados en Francia y en Italia, ‘The Economist’ refrenda que «en España el impulso comenzó hace mucho tiempo y ha obtenido una amplia y profunda aprobación social, por muy lentos que hayan sido personas como Rubiales en darse cuenta de ello».