En un mercado ávido de nichos en los que invertir, los metales preciosos se han convertido en uno de los productos más demandados. Eso ha llevado a que haya una importante escasez a nivel internacional de los cuatro más habituales.
Para los inversores, en este contexto, el osmio cristalino, el metal precioso más valioso, empieza a ser reclamado en los mercados.
La ventaja de una inversión en este metal es, por un lado, la preservación del valor invertido, pero también hay que sumar el reciente interés del sector de la joyería por un material que consideran, por sus propiedades reflectantes, el “diamante más bello” y menos utilizado.
Colecciones como la presentada por Ulysse Nardin y Hublot, cuentan con relojes y piezas de joyería únicas realizadas por joyeros y orfebres que están teniendo una gran acogida.
Osmio: tan solo 44 toneladas de metal en el mundo
Este metal precioso ha sido objeto de más y más mitos e historias desde que Osram comenzó a usarlo para los filamentos de bombillas.
Pero el aspecto más espectacular es su valor real ya que es el metal precioso y el elemento no radioactivo más escaso de la Tierra. Las estimaciones suponen una producción máxima de 44 toneladas, lo que hace de este metal una inversión que, en el medio y largo plazo, se revalorizará considerablemente.
Para los que buscan exclusividad, el osmio aparece hasta 1500 veces menos en nuestro planeta que el propio oro.
El hecho de que el osmio fuera casi desconocido en comparación con los otros 7 metales preciosos se debe a que el osmio es tóxico en su forma bruta y, por lo tanto, no podía venderse a particulares y Family Offices hasta hace unos años. El osmio crudo forma tetraóxido de osmio nocivo en el aire.
“Mediante un complejo proceso de cristalización, se produce osmio cristalino a partir de una esponja de osmio tóxica en un laboratorio especial de Suiza. A través de este proceso, adquiere su alta densidad de valor y sobre todo su absoluta infalsificabilidad” comentan desde el Instituto Español del Osmio.
El proceso de cristalización es comparable a la producción artificial de diamantes. Los llamados diamantes hechos por el hombre están hechos de carbono, un material disponible en cantidades suficientes en nuestro planeta, lo que hace que se puedan fabricar muchos a un coste relativamente bajo. Esto es lo que está provocando un colapso masivo en los mercados.