Tras la Edad de Piedra, la del Bronce y la del Hierro, todo apunta a que el planeta Tierra se encuentra ahora inmerso en una nueva edad, la del plástico. Y es que, la presencia de este material en los lugares más inhóspitos del Planeta ha puesto en marcha todas las alarmas. El hecho de que se haya encontrado este material tan presente en la actualidad y en el día a día de cualquier ser humano, y ahora al parecer también de casi cualquier otro ser vivo, en lugares prácticamente deshabitados, debería dar mucho que pensar a los humanos sobre el uso que están haciendo de éste su único hogar.

En cualquier caso, y como cualquiera se puede imaginar el problema viene de muy lejos, lo cual no significa que haya que torcer la cara y mirar hacia otro lado, más bien, todo lo contrario. Debe encontrarse la raíz del problema, crear conciencia y cambiar hábitos para comenzar a solucionarlo. Pero este problema se ha visto acrecentado por una sociedad consumista en la que la cultura de usar y tirar ha calado más que hondo. Son muy pocos los que hoy intentan arreglar aquello que se ha estropeado, algo que prácticamente solo ocurre cuando el reemplazo supone un elevado desembolso de dinero. El caso de un vehículo es un buen ejemplo, cuando algo falla y deja de funcionar correctamente lo usual es acudir a un taller para conocer el problema y la posible solución, en la mayoría de casos dicha solución consistirá en el reemplazo o sustitución de alguna pieza, por lo que encontrar recambios de coches baratos se convierte en una cuestión de suma importancia.

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Pero esto de intentar arreglar las cosas antes de desecharlas es algo que se ha ido perdiendo con el paso de los años. Y es que, muy lejos quedan ya aquellos tiempos en los que se zurcía la ropa cuando se rompía, se pasaba hambre y tener un juguete era un privilegio al alcance de muy pocos. Y, sin embargo, ninguno de los que crecieron así, se quejan de su infancia.

Ahora, en plena edad del plástico, los armarios de adultos y pequeños están tan llenos de ropa que uno nunca sabe que ponerse, y los juguetes parecen multiplicarse y aparecen desperdigados por toda la casa, haciendo más que difícil para los pequeños saber todo lo que tienen al alcance de su mano para divertirse.

Quizás merezca la pena ralentizar por un minuto el frenético ritmo de vida impuesto para pensar en qué es lo que se está haciendo con el Planeta y en cómo se está educando a los niños. Puede que parezca una tontería, pero si se alarga la vida de los objetos, ya sea mediante un apaño casero o utilizando recambios de coches baratos o de cualquier otro aparato u objeto, además de generarse muchos menos residuos, se estará enseñando a los pequeños una lección muy importante.