Ya se avisó que la crisis duraría, al menos, 10 años en nuestro país. Y estas predicciones eran las más pesimistas, se decía. Sin embargo, casi una década después de que los primeros vestigios del parón económico se empezaran a analizar, viene una nueva amenaza global.

En el caso de España, la inestabilidad política y la falta de gobierno desde las pasadas elecciones del 20D, hacen que cada día se pierdan inversiones y empresas decidan salir de nuestro país. ¿A qué ritmo? A miles de millones de euros diarios. Si a esto sumamos que desde el BCE siguen tratando de reavivar la maltrecha economía europea con tipos de interés nulos a la banca, para conseguir que abra el grifo de los préstamos que pongan en movimiento las inversiones y el gasto, nada ha mejorado con respecto a los niveles de 2006 cuando ya se intuía que algo venía.

El único sector que, tras la Semana Santa, parece que ha mejorado ha sido la hostelería gracias al turismo registrado en nuestras ciudades, pero eso no quita que los puestos de trabajo que se han generado a finales de este marzo sean permanentes.

Y hablando de trabajo, son muchas las empresas que, ante la incertidumbre política y ante la falta de gobierno, en vista de que pueda haber algún tipo de reestructuración nueva con respecto a la reforma laboral, están aprovechando para adelantar los ERE y así, evitar que cualquier cambio en el texto legislativo le encarezca el despido. No sólo eso, el hecho de que no se hayan empezado con unas nuevas políticas y que no se sepa a ciencia cierta si se llegará a elecciones o no nuevamente hace que, según se están publicando informes bancarios, España no llegue a los números previstos de recuperación.

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Sin duda, no son tampoco buenas las noticias que llegan desde el otro lado del charco y que auguran una nueva recesión con origen en Estados Unidos. Si esto fuera así, nos volveríamos a encontrar con un escenario parecido a 2006, sólo que tras 10 años de dificultades, algo que habría que ver cómo enfocar para poder salir adelante. Las medidas de austeridad no han mejorado la percepción, con lo que una nueva ola de reformas y de subida de impuestos tampoco permitirá llegar a esos límites de déficit impuesto.

Para salir hay que gastar y para gastar y poner en movimiento hay que generar. Y no se genera ni riqueza, ni trabajo ni estabilidad ni confianza.